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sábado, febrero 24, 2007

ENTREVISTA - ENCUENTRO CON EL FILÓSOFO TREINTA AÑOS DESPUÉS DE LA MUERTE DE ALLENDE


RÉGIS DEBRAY



"Si Marx no le da la mano a Bolívar entonces no funciona"



En una entrevista reali­zada por Jean Enmanuel Ducoin y Charles Silvestre, publicada en el diario L'Humanitté, el ex asesor de política exterior del Tercer Mundo del ex presidente de Francia, Francois Mitterrand el filósofo, Régis Debray, expresó sus impresiones acerca de América Latina, región de la cual asegura haber sido "un buen conocedor".



¿Qué sintió usted al saber de la muerte de Augusto Pinochet?

Qué lástima, el gran juicio no se dio. Mejor dicho: el gran pro­ceso de explicación y revelación del mecanismo dictatorial no se dio. En cuanto al hombre mismo, si tengo que admitir que nunca me interesó.



Sin embargo fue el hombre que fomentó el golpe de Estado e hi­zo matar al hombre que usted encontró y estimó, Allende.

Más bien fue el secretario de Es­tado norteamericano, Henry Kissinger, quien estuvo involucrado en este asunto. Sabemos por una parte, que el Golpe fue "montado" en Washington y, por otra, que Pinochet fue un traidor de comedia. Pinochet fue nombrado por Allende por consejo del general Carlos Prats, quien tuvo que renunciar antes del golpe de Estado y exilarse.



¿Tiene usted recuerdos preci­sos de su llegada a Chile en esa época? ¿Qué visión tiene del Chile de la "Unidad Popular"?.

Había una euforia maravillosa en Santiago. La vía chilena hacia el socialismo era sonriente, pero en esa época yo no creía en ella. Lo creía para Francia (ha­blé de una "vía francesa") por­que Francia se basa en la libertad política, en una República parlamentaria, en organizaciones de masa, en sindicatos. Pero para Chile no lo creía, más bien formaba parte de los contradic­tores de izquierda. Tenía una posición un poco reservada pero solidaría hacia Allende. De hecho, él me había recibido frater­nalmente... Cabe destacar que para cierta extrema izquierda de la época, Allende era percibido como un burgués moderado y meritorio, pero alimentando ciertas ilusiones. La experiencia enseño que este gran burgués fue un héroe porque se suicidó en condiciones estoicas, había en él una gran radicalidad moral, pero no política.



Para usted, ¿cómo definir este continente que ha coleccionado tantas dictaduras despiadadas y, que desde hace algunos años, está basculando masivamente hacia la izquierda refiriéndose a Bolívar, pretendien­do ser más o menos revolucionarios y cuestionando con frecuencia la supremacía norteamericana?

Todo esto se puede explicar de manera bastante sencilla. Podemos llamar esto el "efecto de la olla de presión". La tapa siem­pre termina por saltar bajo la presión del vapor. Había tanta iniquidad, tanta opresión, tanta corrupción, tanta presión imperial, que la tapa tuvo que saltar. Es un mecanismo senci­llo. Ahora yo veo esto de lejos, y desde ya mucho tiempo, sin embargo observo una cosa: el único país que sigue con un go­bierno de derecha, Colombia, es el país en el cual persiste una lucha armada. Esto hace reflexionar. Colombia es el único país hoy en día donde sigue existiendo una guerrilla activa y donde los Estados Unidos están "en su casa".



Justamente, la legada al poder de Morales, Chávez, Lula etc. ocurrió democráticamente. ¿Esto tiene algo que ver con el Chile de la Unidad Popular de aquella época?

Las guerrillas fueron aplasta­das. De esto se puede concluir que la vía armada no fue fructuosa. Pero tanto los motivos como las razones de ser de las guerrillas siguen siendo válidos. Creo entonces que la de­ducción no era tan mala: lo­grar el mismo objetivo por otros medios. También asisti­mos a la fusión de muchos fac­tores. Hay muchos ejemplos. Hay un progreso indubitable en la constitución de organizaciones sociales y políticas. El papel de la iglesia católica en Brasil fue importante. Así co­mo el nacionalismo de los ofi­ciales subalternos, porque te­níamos una visión demasiado mecánica de la fuerza armada como aparato de represión al servicio de la clase dominante, pero la realidad es mucho más compleja. Sin embargo, el pun­to esencial es la fusión entre nacionalismo y socialismo. Es­te es un elemento clave. La afir­mación patriótica inseparable de la reivindicación social. Es­to es básicamente la clave del éxito. En países donde los movimientos de guerrilla o las lu­chas armadas no fueron vistos como autóctonos o totalmente nacionales, vemos hoy la fusión exitosa de la justicia y de la independencia. Cuando la reivindicación de justicia no está vinculada a una reivindi­cación independentista, en otras palabras, ¡Si Marx no le da la mano a Bolívar, entonces no funciona! Porque, indudablemente, existe una debilidad en la tradición marxista sobre la cuestión nacional, lo que im­plicaba que los movimientos comunistas regularmente se encontraban en una situación incomoda en América Latina desde los años 30. Una vez que las dos corrientes se unieron, la formula resultó eficaz. Cabe destacar que lo que llamamos "revolución" en América Lati­na era un nacionalismo revo­lucionario. Es una tendencia que me corresponde bastante, dado que naturalmente, el na­cionalismo de un país domina­do no tiene nada que ver con el nacionalismo de un país domi­nante... No podemos comparar seriamente el nacionalismo francés o norteamericano con el nacionalismo boliviano o ve­nezolano. Unos reivindican el derecho al imperio y la domi­nación, otros luchan contra el imperialismo y la dominación.



¿Y el petróleo?

Para hablar claro, desde 1930, el petróleo es de la derecha. De repente pasa a ser de izquierda. Era de los wahhabites y ahora es bolivariano. Es una revolución. ¡Lo que cambió, no es la izquierda, es el lugar del petróleo! Por primera vez, con Venezuela, vemos en acción un discurso voluntario que tiene los medios de cumplir su polí­tica: es un cambio considerable. Este país tiene una renta petrolera, desde luego, con to­dos los problemas que ésta ge­nera, tales como la "flojera so­cial", la corrupción, el clientelismo, etc.. Ahora hay un régi­men de pie, erguido sobre sus dos piernas, con el jefe en su casa, y además, con recursos para sus amigos. Nunca se ha­bía visto algo así. Esperemos que al final no acabe mal. El caudillismo nunca ha sido una solución.

Traducido por: Jérome Le­guinio y Esther Francis

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